lunes, octubre 01, 2007

LA OLA


Aún recordaba aquella tarde, en que, mirando al mar, la vio llegar con sus trenzas blancas desplegadas, que se estiraban lentamente, como si tratara de acariciar todo lo que a su paso el aire y el salitre de ese mar color azul oscuro, casi verde, en la distancia la dejaban.

Venía con la fuerza arrolladora de quien sabe que ha llegado hasta la playa y que aquí puede descalzarse, dejar atrás el mar, mojar sus pies, andar sobre las aguas, imaginar un dulce baile y luego caminar hasta la arena a buscar el calor y el sueño, en el descanso.

Llegaba después de recorrer caminos infinitos y tiempos sin retorno, cansada al fin de tanto viaje, pero limpia y reluciente que daba gusto mirarla y buscar entre su pelo blanco el brillo de sus ojos que milagrosamente relucían mandando esos mensajes a lo alto.

Y arriba el sol miraba todo esto, atónito, como asustado ante el suceso que abajo presenciaba, preguntándose quien era aquella persona que nublaba su presencia y hacía que la luz de la mañana quedara oscurecida ante tanta belleza que irradiaba aquel cuerpo, y su llegada a la playa, que hacía que muchas gentes, expectantes, contemplaran aquel espectáculo..

Hasta la gaviota sintió envidia y voló alto pues hoy no era el centro de atención y su vuelo gracioso sobre el mar sabía que no era contemplado ni admirado ya que todas las miradas estaban pendientes de otro lado, de aquel cuerpo aparentemente inanimado, que parecía que indolente caminaba y a su paso mil caricias con ensueños y suspiros dejaba tras su paso.

Y aquel rumor que traía a su costado, se extendía poco a poco en un lamento, un gemido, un grito ahogado, unos susurros reprimidos, una palabra vacilante que se ahogaba en aquel pecho y quería ser gritada a todos vientos, una caricia con el viento y la brisa de la tarde que calmara los latidos de un corazón enamorado y que deseaba a todo el mundo proclamarlo.

Y así llegó hasta su lado para besarle y acariciarle, rindiéndole el tributo deseado después de recorrer mares sin nombre, sin patrón ni timonel, océanos profundos, salvar noches oscuras, carente de guía y referencia que seguir, sin faro que alumbrase su destino, hasta llegar en esta tarde hasta su lado.

"...Espíritu sin nombre que albergas mil latidos, que aman cuanto toca tus trenzas y vestidos en ese azul celeste del mar que te ha traído. Tú traes con esa onda la luz para el marino, el canto del viajero, el juego para el niño, el viento enamorado que altera los sentidos. Tu eres caracola que alegras sus oídos, el agua que acaricia los pies del peregrino, la música sin nombre que llega a su destino..."

"...La ola que ahora llega de allá, del infinito y llega hasta la playa con halo femenino, dejando tras su paso perfumes tan divinos, que nublan las razones que enturbian los sentidos, que hacen que renazca y veas tu destino, más próximo, más cerca, con sueños definidos..."

"...La ola que ahora llega sin ropa ni vestido, con trenzas plateadas, con el rumor del mar que embriaga como el vino y hace que así sientas y sueñes como un niño..."

Rafael Sánchez Ortega ©
17/05/05

3 comentarios:

lunilla dijo...

desde mi orilla , dibujo tus sueños en la arena.hermoso¡¡¡¡¡¡
BLUE

@Igna-Nachodenoche dijo...

Desde mis playas que lleguen olas como tu poema todos los días.

Preciosa la imagen que dibujaste, yo estuve allí, mientra leía.

Un abrazo.

lunilla dijo...

no dejes que las olas se lleven, el resplandor de tu alma.
besos
Blue