viernes, febrero 13, 2009

QUERIDA AMIGA...

En realidad buscó un rincón de la estancia, frente a la chimenea sin fuego, con su cuaderno en las manos y aquel bolígrafo impaciente, que aguantó tantos impulsos nerviosos de sus dedos en el pasado.

Estaba allí para escribir, para llevar al papel algo que en su interior quería decir, pero no sabía cómo empezar, cómo dar forma a esa idea, ese sentimiento que estaba en su pecho, y que había nacido sin darse cuenta, entre la nube de sus sueños.

Cerró los ojos, adormilados, como buscando en esas sombras la luz que le guiara, la chispa que le diera el punto de partida, para poder comenzar, mas tarde, a escribir, letra a letra todo aquello que guardaba.

Afuera llovía y el ruído de la lluvia al caer, con su sonido rítmico y pausado de las gotas diminutas y constantes, formaban unas notas de música sin forma, sin orden ni concierto, en un baile de agua, cayendo de los cielos, que plasmaban en los charcos y formaban allí, unos pasos de figuras invisibles que bailaban sin cesar.

¿Cómo decir a un cuaderno desnudo y a una página inmaculada lo que sentía?, ¿cómo hablar en silencio sin palabras y decir con unas letras tantas cosas?

En realidad buscaba soledad y la tenía. Tenía casi todo en esta vida y sin embargo había ese "casi", ese sueño quizás imposible que impedía que fuera totalmente feliz, aunque también pensaba, que la felicidad total, la que se sueña desde niño, quizás es simplemente una utopía, una ilusión y un algo irrealizable.

De pronto pensó en su pasado, en tantos momentos y situaciones donde vivió intensamente, donde supo beber y emborracharse del néctar de la vida, donde pudo escanciar hasta la última gota de aquel tiempo ya lejano. Y pensó en aquel pasado con nostalgia para luego menear la cabeza con un estremecimiento y decirse que sí, que aquello fue algo vivido, pero que era ya, parte del pasado, de su vida y de su yo.

Ahora estaba en el presente, en el salón de su casa, con un cuaderno entre la manos y un boligrafo inquieto que esperaba entre sus dedos. ¡Tenía que escribir lo que pensaba, tenía que plasmar lo que sentía, tenía simplemente que sacar todo ese peso de su pecho, tenía que mandarle al viento sus suspiros y tenía que dar vida a una cuartilla, en blanco, que esperaba!

Con la luz que se filtraba en la ventana y la chimenea sin fuego que esperaba, junto al sofá y el viejo escritorio de su infancia, con aquella planta de interior por siempre verde, como únicos testigos, y una alfombra un tanto envejecida por el paso del tiempo y de los años comenzó a escribir en el cuaderno y unas letras asomaron en el mismo y cobraron nueva vida:

Querida amiga...

Rafael Sánchez Ortega ©
22/10/08

1 comentario:

lunilla dijo...
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