viernes, agosto 19, 2005

UN NUEVO DIA



Me desperté en la mañana y tú dormías a mi lado. Con cuidado, para no romper tu sueño, me levanté y fui hasta la ventana. Afuera llovía. Era esa agua fina, minúscula y casi invisible, que no producía goteras al caer, pero que calaba profundamente, pues penetraba por todos los rincones. En mi tierra la llaman "calabobos" en otras "sirimiri" y comúnmente "garúa". En realidad tiene diversos nombres y todo depende del lugar donde la tradición popular la haya puesto un nombre para designarla.


La mañana aparece gris y oscura debido a que la nube está pegada al suelo y forma unas cortinas de niebla que impiden ver más allá de la bahía. Este tiempo da una sensación de tristeza por la falta de luz. Parece como si el día no quisiera tampoco despertar, como si se resistiera a levantarse y comenzar la jornada.



Volví a tu lado y vi que seguías dormida. Tu respiración era acompasada y tenías tu cara apoyada sobre el lado derecho en la almohada. Me fijé en tu mano izquierda que instintivamente se había abrazado a la almohada, como buscando el cuerpo que faltaba a tu lado.



Me volví a tumbar a y me quedé mirándote. En realidad no es la primera vez que me quedo así mirando como duermes, aunque en realidad lo que miro es tu cara, esa cara que tan bien conozco, pero que al mirarla fijamente de nuevo, una vez mas, descubro en ella una nueva faceta, un nuevo pliegue, una sonrisa que escapa de tu boca. Es como si estuviera esperando el suspiro que pudiera salir de tus labios o la palabra balbuceante que tus pensamientos pudieran dejar escapar de ese sueño en que estás sumergida.



Acaricio tu pelo. Lo hago tan suavemente que apenas te das cuenta y solo un movimiento imperceptible de tus hombros reflejan que ese roce de mis manos, acariciando tus cabellos le has captado, le has sentido y aunque no te haya despertado ha hecho vibrar esa fibra sensible de tu piel.



Me quedo así un largo rato mirándote, mientras te acaricio. Me da pena despertarte. Habíamos quedado en levantarnos para hacer unos trabajos en casa, porque el tiempo que anunciaban era malo para arreglar el jardín. Sin embargo, ahora, al verte así, tan dormida y descansando, me parece un sacrilegio romper ese momento y hacer que la paz y quietud que tu rostro demuestra se vea alterado por los acontecimientos normales de la vida del hogar.



Pero sé que es tarde. Que si no te llamo luego me regañarás y dirás que por qué no te he llamado primero. Así que lanzando un suspiro me inclino a tu lado y deposito un beso en tus labios.



Respondes tibiamente, aunque luego, al darte cuenta, una sonrisa se despliega en tu cara. Tus ojos se abren lentamente. Estiras las manos como buscando algo y cuando me doy cuenta las tengo rodeando mi cuello.



-Buenos días mi cielo, ¿qué tal día hace?



-Está nublado, mi vida, y llueve débilmente, es la "garúa"



-¡Qué pena!



-Sí, va a ser un día triste, sin luz.



-Casi no dan ganas ni de levantarse.



-Si quieres te preparo el desayuno y lo traigo aquí.



-¿Serás capaz de hacerlo?



-¡Por qué no!, ¿acaso lo dudas?



-No, no lo dudo mi cielo.



-Entonces voy a preparar la cafetera. Ahora vuelvo mi vida.



Te doy un beso y salgo a preparar el desayuno. Hoy serás la reina de la casa. Luego nos ducharemos y empezaremos a trabajar, si tenemos ganas, en esas mil cosas que nos esperan desde hace tiempo, y que las hemos ido dejando para un día como este.



Rafael Sánchez Ortega ©
07/04/05

2 comentarios:

lunilla dijo...

De una calidéz.. y ternura.. como tú ,, sólo sabes. ser.
es precioso..

✈єℓιzα™ τσdσs lσs Dεяεcнσs яεsεяvαdσs cσρчяιgнτ dijo...

Simplemente bello, una muy buena recomendación, espero regresar y saber más de ti...

Muy bello lo que pusiste.
Saludos!