sábado, agosto 25, 2007

PASEO BAJO LA LLUVIA


Caía la lluvia débilmente en la mañana gris cuando comenzó a caminar por el paseo. No hacía frío, pero el agua fina le obligaba a resguardase bajo un paraguas para impedir que la ropa se empapara y evitar el posible resfriado primaveral.

En un banco del paseo, que miraba al mar, se encontraban sentados una pareja de chicos ajenos a la lluvia. Su pelo aparecía mojado y de su cara resbalaban pequeñas gotitas de agua. Ellos, sin embargo, se miraban abrazados, indiferentes a ese agua que les estaba mojando, a la gente que caminaba por el paseo y quizás inmersos en ese mundo de los sueños de su propia vida que en ese momento estaban haciendo realidad.

Al pasar a su lado pudo ver el brillo de sus ojos, la sonrisa de sus bocas y también pudo imaginar las palabras cruzadas entre ellos y hasta sintió ese temblor imperceptible que seguro estaba recorriendo aquellos cuerpos igual que años atrás había ocurrido en otro momento de la vida, y de su vida, con otra persona y en un lugar no distante donde ahora, aquella pareja, disfrutaban de ese momento mágico y único.

Por un momento recordó vagamente el pasado y se trasladó en el tiempo a esos recuerdos que conservaba frescos en su memoria. ¿Cómo no recordar aquella persona tan maravillosa que vio una vez en el paseo y a la que siguió en su caminar, subyugado, mientras veía su figura llena de gracia, buscar ese rincón de paz que el mar le ofrecía en la bahía majestuosa que ante su vista se extendía por todo el paseo marítimo?

¿Cómo olvidar aquellos ojos marrones, que con un brillo especial se cruzaron con los suyos, y tras un breve parpadeo le dejaron un saludo escapado de sus labios, mientras su cara se azoraba levemente, al responderles, desviando la mirada para que ella no se diera cuenta y buscando a la gaviota que ajena a todo se mecía suavemente entre las aguas del mar?

¡No, no podía olvidar aquellos momentos!, ni tampoco los otros que dieron comienzo a partir de aquel instante. Allí empezó todo, en aquel paseo, mirando el mar, contemplando ese escenario maravilloso, y donde se fundió el sentimiento visible de la vida que le rodeaba, con el nacimiento también de aquel primer sentimiento que luego daría paso a los momentos compartidos donde el amor fue el centro, donde la sonrisa brilló, como ahora en aquellos jóvenes que se encontraban sentados en el paseo, donde la caricia y el amor fueron naciendo y creciendo en sus almas jóvenes.

Por eso ahora al pasar junto a esa pareja sentada y que estaba recibiendo la fina lluvia, sintió como si los recuerdos de un pasado. no lejano. se agolparan en su corazón y de pronto todo lo que le rodeaba tuviera y adquiriera un sentido y un significado diferente.

Aquellos jóvenes estaban allí ajenos a todos y se amaban igual que tiempo atrás él había amado y compartido. También la gaviota estaba en el mar meciéndose entre las olas, aunque era otra la gaviota y otros los jóvenes que allí estaban ahora aguantando la lluvia y amándose tiernamente.

En ese instante hubiera querido transformarse en gaviota y volar alto para vigilar y proteger a los amantes, para gritar a los cuatro vientos que el amor estaba allí, tan cerca, que no se le debía buscar por cañadas oscuras ni por barrancos tortuosos de la vida. Que quizás en la mirada, en el silencio, en la caricia y en esa frase apenas pronunciada, hubiera un contenido mayor de amor que en todas las demostraciones externas y llenas de pasión y deseo, pero vacías de contenido que tantas veces se ofrecían y regalaban como si el mensaje del amor fuera una moneda de cambio en una feria ambulante.

Siguió su camino dejando atrás a los jóvenes, que sentados en aquel banco, y mojados por la lluvia, seguían ajenos a todo, amándose y sintiéndo aquel momento como el centro de un mundo nuevo y distinto, donde el núcleo principal era el cariño que manaba de sus corazones y se transmitía en el amor y en la realidad que vivían intensamente en ese instante.

Hubiera querido ser gaviota para volar al alto cielo... Hubiera querido ser joven para sentir quizás como ellos... ¡Pero sólo era un niño que marchaba con sus sueños!

Rafael Sánchez Ortega ©
16/05/05

3 comentarios:

@Igna-Nachodenoche dijo...

Un niño con recuerdos intactos, son tardes de lluvia melancólicas.

Un abrazo.

lunilla dijo...

Los recuerdos son el b�lsamo del alma...como siempre hermoso.
abrazos
Saludos

xis dijo...

Siempre es un placer leerte, Rafael. La lluvia compañera de recuerdos y vivencias acuñadas en el tiempo... Cariños Desde el corazón de América del Sur