jueves, mayo 15, 2008

YO TE CONFIESO MAR...

Yo te confieso Mar de haberle amado tanto que ni por un solo momento dudé en buscar el pan para él y que viniera a ti todos los días, aunque a veces esa búsqueda me llevara hacer de tripas corazón y que los colores afloraran en las mejillas de mi cara.

Busqué ese pan de mil maneras diferentes, limpiando la vivienda del médico por la mañana, trabajando en la fábrica de pescado por la tarde, acudiendo al muelle al anochecer cuando llegaban las barcas para ayudar a descargar la pesca y transportarla a la lonja.

Y así un día y otro, de lunes a sábado, con la esperanza de que llegara el domingo para poder descansar un poco y verme aliviada del trabajo derivado de la pesca, pues ese día él no salía a encontrarse con tus aguas azules, ya que lo tenía prohibido por ser día obligado para ir a misa y tener bandera en la Lonja de la Cofradía.

También te confieso que llegué a estar celosa de ti, ya que cuando él llegaba a casa me hablaba de su día de pesca mientras sus ojos se animaban y cobraban un brillo diferente y me contaba lo que había capturado, la mala suerte tenida con aquella pieza de bonito ó con el arte roto que les había desfondado una gran cantidad de peces capturados, ó los aparejos perdidos llevados por las corrientes hacia el fondo de las playas.

Recuerdo los duros meses de invierno, cuando los temporales te acosaban y duraban días y días, llegando a estar las barcas atracadas hasta semanas enteras. El se levantaba antes de que saliera el sol y marchaba hacia la barra para ver si conseguía del tiempo ese soplo de bonanza que le permitiera correr al puerto, desatracar la lancha y salir raudo en un momento para tratar de conseguir que las artes y mallas dejadas siguieran en su sitio con las boyas y que las mismas le facilitaran esa pesca que con tanto deseaba.

En esos tiempos, hubo muchos días que le vi volver triunfante, con una sonrisa en la boca, cuando regresaba con la cesta cargada de peces que nos servirían de cena y también de intercambio para poder vender a las familias mas pudientes por cuatro reales ó en otros casos dárselas a cambio de parte de las deudas acumuladas al tabernero que nos proporcionaba alimentos de fiado.

Mas otros días de invierno también, me acerqué a él cuando regresaba con su cesta vacía, sin levantar la cabeza, como con un sentimiento de culpa por no haber podido sacar nada del vientre de tus aguas, ni siquiera esa pequeña pieza para poder llevar en la noche a la sartén y que sirviera de pequeño consuelo a nuestra hambre acumulada.

Entonces me iba hasta su lado y tomándole del brazo apoyaba mi cabeza en su hombro y caminaba a su paso, sin decir una palabra, sintiendo su derrota en esa vuelta a casa, con las manos vacías. Allí llegaba con la cara curtida, la mirada huidiza, el gesto duro e impasible. Se sentaba en la silla de la cocina durante un rato grande con sus botas de agua sin quitar permaneciendo en un silencio opresivo.

Sabía que estaba pensando en ti, que recordaba tu presencia constantemente y sentía celos de que tú acapararas tanto su atención y de que solamente pensara en mi, cuando nos íbamos a dormir a nuestra cama, en esas horas en que me abrazaba tratando de demostrarme su cariño en forma de pasión desaforada.

Le amé tanto que hasta llegué a pedir fiado en la tienda en el invierno, sin que él se enterara y en una ocasión...

Recuerdo aquel momento como si fuera ahora mismo. Acudí a la tienda del tabernero y ruborizada le dije si podía fiarme un poco de harina y aceite para ir tirando unos días mas. El dependiente me dijo que pasara a ver al amo a la trastienda y allí éste me dijo que lo fiado hasta entonces era mucho, que cuando le iba a pagar. Yo le dije que no lo sabía, que el tiempo no acompañaba con la pesca y que tampoco podía ir a la fábrica pues no había nada que trabajar, que solo tenía lo que el médico me daba a final del mes. Entonces el dueño se levantó con los ojos brillantes y se insinuó para que le invitara a beber algo a mi casa. Yo me di cuenta de sus intenciones, pero necesitaba la harina y el aceite, y después de hacerme de rogar le dije que sí.

Volví a casa y empecé a preparar la masa del pan. Al día siguiente los cielos despejaron, la mar se puso en calma y él tenía su cesta con el pan y un poco de queso preparado junto a un quintillo de vino que nos quedaba. Al ver la cesta con el pan me miró, pues sabía perfectamente que no nos quedaba harina ni aceite desde hacía días. No dijo nada, bajó la vista, tomó la cesta y marchó hacia el puerto para tomar su barca.

Fue la última vez que le vi, pues nunca volvió de aquel viaje. Tú le acogiste en tus brazos y me lo arrebataste sin yo poder defender mi honradez ante la persona a quien amaba y por la que hubiera dado mi propia vida.

Pero tengo algo que decirte mi querido Mar, él fue a tus brazos porque tu me lo quitaste, me lo robaste sin que pudiera elegir entre tú y yo, pero lo mas importante de todo es que yo siempre le fui fiel y le amé tanto que hasta fui a la tienda, aquella última tarde, para buscar la harina y el aceite con que poder amasar el pan que le sirviera para ir a tus brazos, pero ¿sabes una cosa? he de confesarte que nadie nunca me puso una mano encima salvo él.

Mentí aquella tarde en la taberna para conseguir de fiado aquellas cosas y nunca pasó por mi cabeza el dar la oportunidad al tabernero de venir a mi casa a beber y quizás a otras cosas que tuviera en su mente. Le mentí por él, para que pudiera ir a ti, porque sabía que su vida era esa, ir a ti todos los días posibles para así, en su pequeño mundo, ser feliz, y viéndole feliz, yo también era feliz dentro de las privaciones en que vivíamos.

Por eso he venido en esta tarde a confesarme ante ti, a contarte estas cosas del cuerpo que me has quitado, pero del que nunca podrás hacer que borre su recuerdo de mi corazón, pues aunque no lo puedas saber ni entender yo fui suya, completamente suya, aunque siempre supe que él te amaba más que a nada en el mundo y que yo era solamente su esposa.

El fue a tu lado, a su mar, sin saber que yo nunca le había sido infiel, por la simple razón de que le amaba más que a nada en el mundo.

Rafael Sánchez Ortega ©
31/05/05

5 comentarios:

lunilla dijo...

cúmulos de emociones y sentimientos ,que dieron vida a nuestros sueños,siempre es un agrado leerte Rafa..
un beso
Blue

Anónimo dijo...

Entro en tu mundo sigilosamente y siempre encuentro en él, algo gratificante y maravilloso , que me llama a volver. (humildemente)

lunilla dijo...

la fidelidad no se mide en emociones..sino en acciones.
saludos Blue

Catalina Zentner Levin dijo...

Las confesiones al mar, se mecen con las olas y llegan a playas dejando caracolas espléndidas.

Anónimo dijo...

Leer tu blog,siempre es una nueva travesía ,para un marino como yo.Y nunca sales defraudado de ella.
Un abrazo y alguna vez lo decides,me gustaría ser invitado a conocer alguno de tus blog,a los cuales solo se accede por invitación,será un placer.