domingo, septiembre 14, 2008

CARTA AL MAR


Mi querido mar...

¿Ves?... He llegado hace rato hasta tu lado y ahora me has dejado sin palabras. Sí, porque mis palabras son los versos y al contártelos aquí, cuando vengo a tu lado, he quedado huérfano de ellos. Sin embargo, no me importa.Esos versos y poemas eran tuyos.

Muchos poemas han surgido en mi cabeza al escuchar tu voz en la mañana. A lo largo de los minutos siguientes les iba dando forma en la libreta, y al entrar después de comer al pc empezaba a escribir todo aquello, con mejor o peor fortuna.

"...Así de sencillo es la poesía, mi mar azul. Simplemente se trata de sacar el alma en los versos y darles forma. Cubrirles quizás de ese manto celestial que desprenden las estrellas ó de ese otro que se refleja en el azul intenso del mar en la bahía, aunque a veces ese mar también se cubra con otro manto más inquieto y sea el verde el color de su ropaje, con olas inquietas, saltarinas, que pegan brincos y nos llegan con la brisa del nordeste a mojar nuestra cara endurecida por la vida. El mar, mi mar, el mar azul que tanto canto y tanto escribo tiene forma..."

Y está tan cerca ese mar, que quizás con solo estirar la mano pueda sentir su caricia y a la vez mojar mis dedos en sus aguas, aunque ellos quisieran tocar otra mano, la de otra mar, el mar azul y sentir su latido a través de ella y llevarla a recorrer caminos infinitos. Y en las tardes de verano, sentarse en la playa a ver en el ocaso, como el sol nos dice adiós en el cielo anaranjado, mientras la noche, lentamente, nos cubre con su manto. Ese manto oscuro donde parpadean las luces multicolores de las miles de estrellas que, poco a poco, salen para saludarnos y mandarnos sus besos.

Porque la vida es así: un simple paseo, un caminar constante y sin descanso, un ir de la mano unidos en la vida y el Destino, esperando la música celeste que nos dejan las estrellas en la noche y que recojen las aguas cantarinas de ese mar que nos trae a nuestros pies unas olas perezosas, que se estiran en la arena con la resaca.

Y dos seres también perezosos, indolentes, quizás con el reloj del tiempo parado a propósito, hacen guardia, se detienen y suspiran. "Ya es la hora, se dicen en silencio". Y se miran, se besan y sin palabras se dicen muchas cosas. Es la hora de amar, de vivir, de sentir todo aquello que llega a sus sentidos. De gozar intensamente y saber que están vivos. De notar que no es sueño aquel momento y que hay algo que late y que palpita en los dos cuerpos, como un lazo preferente que ha cosido una mano con hilo invisible uniendo sus corazones a una estrella, porque en definitiva como dijo el poeta: "...Estamos cosidos a la misma estrella..." Y esa estrella nos mira complacientes, nos dice muchas cosas, nos mima, nos canta, nos guiña con sus luces y se apaga en madrugada para dejarnos dormir el fuego del amor y la esperanza. Aunque volverá de nuevo en otra noche, para alimentar nuestras almas y decirnos que adelante, que sí, que la vida merece la pena; que ella guiará nuestros pasos, que llevará nuestra carga, que alumbrará el camino y apartará las piedras del camino. Que será nuestro bastón y nuestra guía y ese faro donde debemos mirar para acudir al mundo del amor y de la vida..."

Por eso en esta noche, cuando no puedo mandarte mi poema, porque ya lo tienes, escribo estas líneas para llevártelas de nuevo en la mañana, las escuches entonces, las bebas, las sientas y con ellas te dejo ahora mi beso y mi rosa.

Te quiero mucho, mar, querido mar, mi mar azul que nublas mis sentidos,

Rafael Sánchez Ortega ©

28.11.06

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