Estabas allí sentada, en el embarcadero del río, con la cabeza inclinada, con un gesto muy fruncido, con tus pies rozando el agua, sintiendo tal vez el frío, con tus manos apoyadas y aquel gesto pensativo...
¿Pensabas, soñabas......?
Yo te vi, al pasar entonces, y miré tu cuerpo fino. Yo pensé en aquel momento mil recuerdos compartidos. Pensé en tiempos pasados, en secretos reprimidos, en aquel beso robado y hasta en aquellos suspiros que me dejaste en la noche junto a tu tierno latido.
Me quedé mirando un rato, allí cerca, como un niño. Y pensé en aquel momento lo que tienes retenido, lo que llevas en el alma y que ocultas con sigilo. Yo miraba tu figura tan absorto y embebido, queriendo saber tus sueños y eso que oculta tu sino, que no reparé en el tiempo ni que llegaba el estío.
Más fue inútil aquel gesto, quise saber cual mendigo, y me quedé muy curioso a descifrar tu destino. Tú guardabas en tu seno tus secretos con un hilo, tu corazón los tenía allí dentro como un mito. Por eso miras el agua, buscando allí tu destino, buscas que ese reflejo te devuelva aquel cariño, buscas en él ese rostro, esa carita de niño, y piensas mientras le buscas que no está todo perdido, que aún hay luces en el cielo, que aún hay barcos y marinos, que aún existen los poetas y que el mundo es un hechizo.
Fui hacia ti en un momento, a romper el maleficio, a besar la mano amada a ofrecerte mi cariño. Al llegar tú te volviste, me miraste con alivio, con tus ojitos tan negros y esa cara que no olvido. Me preguntaste entonces estas palabras que digo:
-¿Qué te trae a estos lugares, qué buscas en este sitio?
-Me trae tu gracia y figura, esa que refleja el río. Y quisiera una respuesta a la pregunta de un niño.
-¿Y cuál es esa pregunta, que me haces con sigilo?
-Quisiera saber si piensas, o tienes sueños muy píos, sueños que hablen de amores con pensamientos sombríos.
Me miraste simplemente, te sonreíste conmigo, y bajando la cabeza quise escuchar un sonido. Un sonido que musita, lo que tengo recogido, lo que guardo ahora en el alma y lo que llevo prendido.
-No, no estaba soñando, ni pensando en un castillo, estaba esta vez amando y esperando tu suspiro. Esperaba que llegaras, con tu carita de niño, con tus ojos preocupados a decirme lo que ansío. Y ahora llegas y me miras, me preguntas si me he ido, si estoy pensando y soñando y si siempre te he querido.
-Y tú lo sabes mi amada, no me oculto ni atosigo, sólo miro tu figura necesitada de abrigo. Por eso al ver que tú estabas, sentada, aquí, junto al río, he pensado tantas cosas que te miré con sigilo. Miré tu cuerpo menudo, mientras pensaba en el mío, en lo mucho que quería besarte junto a aquel tilo.
-¿Y si tanto deseabas, qué hacías contemplativo, por qué mirar mi figura desde la sombra escondido?
-Pensé mi amor tantas cosas, tantas como un tortolillo, pensé en pasar a tu lado, silbando con gran tronío, para que tú me miraras, despertando tus sentidos. Pensé también acercarme y toser como un mendigo, reclamando mi presencia tus migajas y tus guiños. Pensé también tantas cosas que ya no sé lo que digo. Pensé en marcharme en silencio, pero por fin he venido.
-Toma mi mano y mi cuerpo, ven a mi lado en el río. Ven para amar en silencio todo esto que yo ansío. Compartiremos la vida, contemplaremos el río, yo te daré lo que amo, te entregaré mis suspiros, te acariciaré en silencio para llevarte conmigo.
Rafael Sánchez Ortega ©
06.10.06
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