Hubo un tiempo maravilloso. No existía el hambre, la guerra, las envidias y todos los seres se amaban de una manera sencilla y auténtica.
Sin embargo una manto negro cubrió la Tierra y aquel tiempo pasó en un instante dando paso a escenas dantescas, donde el hombre privaba al hermano de la comida, mataba y luchaba por terrenos, herencias en virtud de ideales y egoismos y lo más importante, el amor primero, fue desapareciendo dando paso al odio y al dolor.
Había un pajarillo que vivió todos aquellos momentos y ajeno a todo seguía saludando a la mañana, cuando nacía el sol.
A su lado pasaban aquellos momentos, de paz primero y de guerra después.
El, ajeno a todo seguía cantando y saludando a todo el mundo. Igual cantaba para el hombre que hacía la guerra, que para el que deseaba la paz, para el que tenía hambre como para el opulento que derrochaba en francachelas sus caudales y lo más importante, también sus trinos se elevaban en el aire por aquellos seres que amaban y por los que odiaban.
El mundo y los hombres vivían ajenos a ese pajarillo y su canto, desconociendo que en su lenguaje él les saludaba todos los días, les traía un mensaje de amor y les decía que la vida era algo importante y que merecía la pena vivir.
Un día, en medio de la batalla, los hombres buenos y los hombres malos encontraron al pajarillo moribundo en el suelo.
Aún aleteaba un poco herido por una flecha perdida, y los hombres se pusieron a discutir sobre quien había sido el desaprensivo que lo había malherido y casi matado.
Entonces el pajarillo se puso a cantar su última canción y en ese lenguaje inconfundible suyo les llevó un mensaje único y nuevo para ellos.
"No te culpo por mi herida tampoco por mi dolor,cantaba solo a la vida ,y lo hacía por amor.
La vida tiene belleza la vida tiene candor,busca en ella su grandeza mas allá de tú rencor"
Los hombres, hermanos de raza, se miraron avergonzados ante aquel canto nuevo. Ellos peleando por miserias y sin embargo un humilde pajarillo les había cantado desde siempre y obsequiado con su saludo a los unos y a los otros, sin distinción de razas y colores.
Les había dicho en su lenguaje que "adelante", que la vida merecía la pena vivirla, que no fueran cobardes, que superaran sus diferencias y que trataran de buscar el amor.
Porque el amor estaba más cerca de lo que se imaginaban, tanto que podían tocarlo con la punta de los dedos y no buscarlo lejos, en fortunas personales, ambiciones desmesuradas y cosas sin sentido.
Al final, sobre el que iba a ser un campo de batalla, aquella madrugada, quedó enterrado un pajarillo y los hombres, los buenos y los malos depositaron encima de su lecho unas flores y también derramaron unas lágrimas.
Luego, se miraron a los ojos y se fundieron en un abrazo profundo mientras sus labios musitaban una frase: "perdónanos, pajarillo, hermano nuestro".
...Y aquel pajarillo que tanto había cantado en las mañanas, sonrió desde el cielo, ya que allí estaba, vigilando con su canto a los ángeles y a las estrellas...
Rafael Sánchez Ortega ©
30.12.06
2 comentarios:
Rafa. , hermoso relato y más hermosa la enseñanza que de el se destila.
Un saludo
¡Hermoso texto amiga, nos hace pensar y reflexionar en muchos aspectos de la vida...
Besos
Angy
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