Pasa el tiempo y corren los segundos en un tic-tac que ignoran los sentidos. Sabemos que la vida continúa, mientras nosotros intercambiamos nuestros cromos; las dulces fantasías de la infancia, los recuerdos de tiempos ya pasados, la anécdota surgida en una noche, aquello que llamó nuestra atención en un momento y retuvimos como queriendo detener ese fragmento, ese pequeño trailer de la vida, para luego compartirlo y llevarlo a otras pupilas y sentidos.
Hablamos y miramos sin descaro. Se miran nuestros ojos a los ojos, se buscan nuestras manos en silencio. Yo miro tu sonrisa de Gioconda, tus ojos tan nerviosos que buscan otros ángulos, inquietos, para tratar de ver en ellos, más allá del infinito. Te veo tan pequeña e indefensa, pero tan llena de vida y esperanza, que al mirarte mis ojos parpadean muchas veces.
Ahora no rehuyo tu mirada, la busco sin pensarlo y veo esas pupilas que me hablan, ese lenguaje mudo de tus ojos, ese latir apresurado de tus sienes, ese dibujo inexpresivo que sale de tus dedos, esa sonrisa ahogada entre tus labios que busca otra sonrisa, ese cigarro que enciendes sin pensarlo y llevas a tu boca y la colilla que queda entre tus dedos humeando. Tu juegas con su filtro y llevas el cigarro hasta tus labios, buscando la calada de su punta, como queriendo hallar las respuestas que guarda el universo.
Pasa el tiempo y de pronto tu voz suena, me dice que si he visto la hora, que si me he dado cuenta de que ya es ese momento en que tenemos que despedirnos, en que ambos cerraremos las ventanas, bajaremos las pestañas de unos ojos invisibles y volveremos a la vida, a una vida quizás que no vivimos ó quizás sí, con todos los defectos y carencias.
Y marchamos a tomar ese café bien calentito, ese cola-cao apetitoso en madrugada y a fundirnos luego en ese sueño entre las sábanas que nos esperan en silencio para darnos ese abrazo con su roce, ese beso con sus hilos, ese tenue escalofrío que esperamos.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/10/08
Hablamos y miramos sin descaro. Se miran nuestros ojos a los ojos, se buscan nuestras manos en silencio. Yo miro tu sonrisa de Gioconda, tus ojos tan nerviosos que buscan otros ángulos, inquietos, para tratar de ver en ellos, más allá del infinito. Te veo tan pequeña e indefensa, pero tan llena de vida y esperanza, que al mirarte mis ojos parpadean muchas veces.
Ahora no rehuyo tu mirada, la busco sin pensarlo y veo esas pupilas que me hablan, ese lenguaje mudo de tus ojos, ese latir apresurado de tus sienes, ese dibujo inexpresivo que sale de tus dedos, esa sonrisa ahogada entre tus labios que busca otra sonrisa, ese cigarro que enciendes sin pensarlo y llevas a tu boca y la colilla que queda entre tus dedos humeando. Tu juegas con su filtro y llevas el cigarro hasta tus labios, buscando la calada de su punta, como queriendo hallar las respuestas que guarda el universo.
Pasa el tiempo y de pronto tu voz suena, me dice que si he visto la hora, que si me he dado cuenta de que ya es ese momento en que tenemos que despedirnos, en que ambos cerraremos las ventanas, bajaremos las pestañas de unos ojos invisibles y volveremos a la vida, a una vida quizás que no vivimos ó quizás sí, con todos los defectos y carencias.
Y marchamos a tomar ese café bien calentito, ese cola-cao apetitoso en madrugada y a fundirnos luego en ese sueño entre las sábanas que nos esperan en silencio para darnos ese abrazo con su roce, ese beso con sus hilos, ese tenue escalofrío que esperamos.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/10/08
5 comentarios:
preciosa carta de amor y de calma, rafael
s
Amigo, alguien que encuentra en su amada la sonrisa de gioconda, demuestra que en el amor tambien hace falta talento . Como el tuyo.
Un abrazo y un sentimiento .
sabes expresar tus sentimientos en cada letra en tu post, te felicito,,,
abrazos,,,
exquisita expresión de sentires.
saludo y dejo mi paz
marycarmen
www.cuerposanoalmacalma.blogspot.com
La belleza lleva tu nombre
Besos
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