domingo, mayo 10, 2009

EL PUENTE


Me encuentro al otro lado del puente que forma mi vida. En realidad me vuelvo un instante, en esta tarde azul y con nordeste, para contemplar todos esos ojos salvados, todas esas etapas cruzadas a través del tiempo y veo, a lo lejos, en la otra punta del puente, aquel rincón de la infancia.

Cuando la analizo y me veo en ella, cuando retrocedo a esos momentos vividos de niño que hoy surgen como imágenes borrosas, pero vivas aún, en el recuerdo, me doy cuenta de la grandeza de ese tiempo ya pasado y que sin duda fue la cuna y la base de lo que yo pueda ser hoy, este caminante que se ha detenido un instante al otro lado del puente.

Es cierto que la niñez es un periodo de crecimiento, de absorción de conocimientos que nos desbordan los sentidos; es cierto también que es la época más egoista del ser humano, ¿pero quién no ha sido egoista en esa etapa?, ¿quién no ha buscado ese beso, esa caricia, esa mano que le roce y esos labios que le digan la palabra amable y la que él desea?

Yo veo a esa figura al otro lado del puente y la veo con unas arrugas precoces en su frente de niño; también le veo con aquellos sueños que llevaba en su alma mientras buscaba los personajes surgidos en los libros y que él, iba dando forma con su fantasía. Le veo crecer en un hogar humilde, en medio de la pobreza, sin juguetes, vistiendo ropa usada y que venía de muy lejos; le veo subir al colegio y tratar de adivinar el contenido exacto de lo que explicaba su profesor en aquel aula.

Pero también veo a esta figura en aquellas tardes interminables y que sin embargo siempre sabían a poco, porque pasaban en un suspiro. Le veo en aquellos atardeceres mirando al sol ocultarse tras las montañas, y le veo, ya más tarde, en el final de su infancia, cuando cambió aquel escenario, por el de la costa, allí en la barra, contemplando a los barcos que rompían la línea del horizonte, mientras el sol se fundía en las aguas, dejando aquel color rojo intenso.

No sé cuántos ojos tiene este puente ni cuántos me separan ya de la infancia. Lo que tengo claro es que aquella fue una etapa hermosa, quizás la más hermosa de mi vida y que la misma sigue viva, que la recuerdo con el cariño del momento ya pasado, que la añoro a veces por lo sencillo que todo me parecía y en especial, porque de ella surgía ese algo que hacía que mi cuerpo se estremeciera, que sintiera el soplo de la brisa en mis cabellos, que notara el latido de la vida en el mar y las estrellas.

¡La infancia y hoy!, hermoso puente que separa esos dos momentos de una vida, de mi vida.

Sin embargo, aunque admire aquella infancia, aunque la añore y la tenga muchas veces en mi recuerdo y vuelva a ella para vivir viejos sucesos, no renuncio a mi hoy, a mi realidad, a mi día a dia, en este otro lado del puente en el que vivo. Porque en definitiva, yo soy quien soy, con mis defectos y virtudes, gracias a aquellos primeros ojos de ese puente que comencé a cruzar, hace ya muchos años.

Rafael Sánchez Ortega ©
16/03/09

1 comentario:

1600 Producciones dijo...

Muy bueno!!!
Saludos