viernes, noviembre 20, 2009

DECIR ADIÓS

Mucho tiempo sin venir a verte, sin acudir a tu lado a dejar unas letras, a depositar quizás unos suspiros y unos sueños robados al destino ó simplemente a pasear por esta orilla, donde las nubes se juntan con los mares y allí dejar vagar la imaginación y simplemente soñar.

Vengo hoy y vengo triste, aunque eso quizás no es novedad en ti, que me conoces. El alma se resiente y parece que la vida y la verdad no quieren alumbrar, ni quieren llegar a su destino.

Es curioso los capricho y vaivenes que la vida puede dar en las personas cuando estas actúan de buena fé, creyendo y admitiendo todo aquello que los demás les dicen y ofreciendo por su parte la entrega total y la generosidad sin límites ni reserva.

Porque en realidad la vida es esto tan sencillo, como encontrar tu propio norte y caminar hacia él sin desviarte nunca de ese rumbo, pilotando con mano firme esa nave de tu propia vida, y aguantando los temporales y las olas de ese mar embravecido.

Yo sé y tu sabes que las cosas no son fáciles y que los sueños se estrellan contra los acantilados de la costa en la mayoría de las ocasiones y no porque los mismos no quisieran seguir su curso hasta la playa y si es posible hasta ese puerto, donde pudieran dormir en su bahía.

El destino no lo marcan los hombres y parece que la felicidad prometida, la que un día soñabas de pequeño y leías entusiasmado en aquellos cuadernos juveniles, va quedando atrás, como esa espuma que la proa de tu barca va cortando con su quilla, y poco a poco la realidad da paso a ese día a día, con toda su crudeza y con toda la incomprensión de parte de los demás.

Aunque para ser justos tenemos que decir que los otros, esos seres y personas cercanas a nosotros, quizás nos juzgan en virtud de su propia visión, de lo que ellos creen ver en nuestros actos y en nuestras almas, pero nunca lo hárán en virtud de aquello que podamos sentir en nuestros corazones, porque eso es imposible, ya que si ese sentimiento no les ha llegado o no hemos sido capaces de hacérselo llegar, entonces su visión y la que puedan tener de nuestros actos, quedará siempre malinterpretada y de nada valdrán las palabras bonitas, las frases consoladores y menos las excusas.

Sí, ya sé que después de tantos meses, venir ahora con estas letras tristes es un poco feo y más, cuando vas mojando la cuartilla, sin querer, sin poderlo evitar y cuando tu pecho va gritando un nombre que se escapa entre las nubes y un suspiro se queda helado en tus labios por la rabia y la impotencia.

Me ves mirando atrás y me preguntas que qué miro y la respuesta es obvia, "miro solamente mis pasos, para ver dónde me he equivocado, donde pisé mal, donde pude hacer daño y sobre todo dónde estuvo mi falta para que ahora mis sueños estén muertos y dormidos para siempre"

No, no hay respuesta amigo, no puede haberla. Tú sabes bien lo que ocurre en mi alma. Me conoces de siempre porque has sido mi compañero y en este tiempo de silencio, desde ese Mayo, has estado a mi lado en esta nueva travesía, en esta singladura y en ese ciclo nuevo que empezó una primavera y acaba ahora, en este otoño de mi vida.

Sí, si digo adiós y digo ese adiós con lágrimas en los ojos y con la certeza de que no he cometido ningún pecado ni tampoco ninguna falta contra nadie y que mis actos han respondido a esos sueños que mi alma ha creado y nunca quise humillar ni hacer que nadie sufriera por mi culpa.

Como dice el poema, "...es hora de partir, se rompe el corazón, se parte el alma..."

Rafael Sánchez Ortega ©
20/11/09

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