miércoles, mayo 05, 2010

EL ROBO A LOS GITANOS

La verdad es que parecía un pequeño zoo ambulante aquel grupo de gitanos que llegando de otras tierras, había detenido su paso, y ahora descansaba bajo los árboles, a la entrada del pueblo.

Un pastor alemán cuidaba que los burros y los asnos no se dispersaran, y que todo el grupo permaneciera ordenado dentro de esa anarquía, que protagonizaban hombres y animales.

Una mona traviesa saltaba desordenadamente, entre el jolgorio de los pequeños, y los aspavientos de las mujeres. Un caballo, quizás el único existente en el grupo, apartaba las moscas de su cuerpo con su larga cola.

En unas jaulas montadas en los carros, se podía ver a un demonio de tasmania, el viejo marsupial sacado de algún basurero, un tigre desdentado y algo viejo, un león quizás ya jubilado y otros animales de poca monta.

Un perro chiquito no paraba de ladrar mientras un gato se estiraba perezoso y afilaba sus uñas junto a un tronco cercano.

A pocos pasos, los gitanos habían encendido una fogata para calentar su comida y así estaban, preparando aquellas exiguas migajas con un poco de carne conservada, cuando un buitre, sin aviso, bajó como un rayo y se llevó el trozo de carne en un vuelo limpio y rapido dejando a todo el grupo con la boca abierta y mirando al cielo, donde desaparecía, quizás en busca de su nido.

El pastor alemán se unió al perro chiquito y ambos ladraban ahora sin cesar, pero hasta la mona, antes inquieta se quedó en silencio, arrascándose la cabeza y como preguntándose qué pasaba.

El demonio de tasmania, el tigre y el león, quizás como fósiles ya amortizados, seguían ajenos a este suceso y dormitaban en sus jaulas.

El caballo pegó un relincho, como saludando a un ser invisible, mientras arriba, en el cielo, el buitre se alejaba buscando las cumbres con el botín conseguido.

Abajo, los gitanos, se culpaban unos a otros de lo sucedido en una letanía interminable, sin darse cuenta de que, su comida, hoy serían las migajas de pan y quizás una sopa apresurada, rescatada de algún puchero a medio consumir, lo que llevarían a la boca.

Rafael Sánchez Ortega ©
04/05/10

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