jueves, junio 15, 2006

ATARDECER



En el día que acaba quisiera estar ahí, en la barra del puerto, sentado en la misma, teniendo tu cuerpo abrazado y mirando a ese sol dorado que en la tarde se despide para esconderse bajo las aguas del mar.

¡El mar, mi Mar, tu mar!...

Quizás cerrarías los ojos y te abandonarías a ese sueño que deseas, durmiendo plácidamente bajo el rumor de las olas que llegan a romper en la escollera, con el calor de mis brazos que rodean tu cintura.

Quizás también, el silencio fuera la conversación entre nuestras almas, y esa fina raya la cruzaría el ténue escalofrío del amor y la pasión que recorrería nuestros cuerpos, tan juntos y tan absortos ante esa despedida del sol en el horizonte, mientras un barquito entraba hacia el puerto.

Acariciaría tu pelo, besaría tu cuello, susurraría en tus labios esas palabras mágicas y sentiría el flujo de esa otra ola del amor que iba a tu corazón a chocar en él y rebotando, como la resaca de las olas, hasta el mio.

Así, plácidamente, gustaríamos los sabores del amor, buscaría tus labios y al abrigo de la noche recorrería la piel de tu cuerpo con mis dedos para sentir mas intensamente esa comunión y para llevarte la caricia que precisas, hasta alcanzar que llegaras a la culminación de ese sueño, nacido bajo el calor de una tarde gris y fría del invierno que acaba.

Rafael Sánchez Ortega ©
11/04/05

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