miércoles, junio 21, 2006

UN VUELO PARA UN SUEÑO


Hoy ha salido el sol y sobre el fondo verde de tu Mar te mando estas líneas. Hoy no es un día cualquiera y la brisa no azota el valle de ninguna ausencia, pues la presencia vive en el alma y está ahí anclada y firme.

El cielo azul, cubierto de nubes blancas, se ve arriba y con él ese rayo de esperanza que rompe el silencio, anima el espíritu y te hace volar.

Quizás en ese vuelo podemos ver el Mar, abajo, como un espejo que devuelva la imagen clara y pefecta de esa otra imagen que se sueña, se persigue y que se anhela.

Al pasar sentiremos la brisa como una caricia que roze nuestra piel para llevar al corazón ese escalofrio de saber que estamos vivos y que la vida, a pesar de todas sus miserias, a pesar de nuestras flaquezas, merece la pena vivirla y sobretodo vivir nuestra propia vida y amar aquello que anhelamos, aunque solo sea un sueño lejano y utópico.

Luego cuando al fin del viaje planeemos y bajemos a la costa, a buscar la guarida donde pasar la noche, miraremos el atardecer, con sus luces rojas que desgranarán sus colores en el horizonte, haciendo de esos minutos un recuerdo que para siempre quede grabado en nuestras retinas.

Al final, apoyaremos la cabeza a la entrada de ese refugio, cerraremos los ojos, y pensaremos que arriba, en el cielo, aún brillan las estrellas y que ellas nos mandan con su parpadeo incesante ese mensaje de amor, esa caricia y ese susurro en clave indeterminada, mientras una sonrisa se asomará a nuestra boca y quizás una palabra se escape de los labios, diciéndonos en esa noche que empieza, que un día ha acabado y que ahora se duermen unos sueños dulcemente guardados, pero que tras unas horas volverá la mañana para hacer realidad ese sueño y para querer vivir de nuevo con ganas.

Rafael Sánchez Ortega ©
13/04/05

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