martes, septiembre 16, 2008

CARTA A LOS REYES


Queridos Reyes de Oriente, querido Niño de Belén...

Sé que es tarde para escribir una carta y que la misma, quizás, se pierda entre las miles y miles que estos días se entregan. En realidad hay cartas que se entregan a los Reyes pidiendo un regalo, un deseo, pero también hay otras cartas que se les mandan, para que las hagan seguir al Niño que ha nacido en estos días y, para que él, sea el receptor de nuestras letras.

Esta quiere ser una de esas cartas a las que me refiero. En realidad no tiene nada especial, ni tampoco voy a pedir nada especial. Quizás, tan sólo, voy a escribir con los ojos abiertos, alejados por un momento de los sueños, para pedir el mensaje que ese Niño nos trajo hace años, en estas fechas que ahora celebramos.

Quiero pedirle simplemente El Amor.

Pero que sea un amor generoso, como él sabe muy bien que existe y así nos lo dijo en su nacimiento. Un amor limpio, sin reservas, un amor que llene los corazones de todos los hombres y, que nos haga ver, en cada uno de nosotros, a la persona hermana y portadora, del mismo sentimiento que nosotros deseamos.

Quisiera que, esta noche de Reyes, el Amor, con letras mayúsculas, llegara a todos los hombres y nos hiciera un poquito más niños de lo que somos. Que pudiéramos mirar en el día con ojos abiertos a los ojos que nos miran, sin desviar la mirada, sin buscar excusas para no hacerlo, sin dar motivos para evitar esos ojos que te llaman esa boca que te habla y a la persona que te saluda.

Quisiera que en la noche pudiéramos salir afuera, aunque sea tras la ventana, para ver a la luna y las estrellas, charlando en ese lenguaje mudo y sin palabras, en que ellas hablan y se comunican, mientras se cuentan cosas y se cantan las más hermosas melodías que nadie ha escuchado jamás.

Quisiera que cerráramos los ojos y durmiéramos profundamente, con la seguridad de que el amor está naciendo en nuestro pecho, en nuestra alma y que la mano extendida que deseamos tocar es una prolongación del amor, de nuestro amor y del que esa persona está ansiando recibir, tanto como nosotros.

Quisiera que después de esta noche, y tras este sueño, quedaran atrás nuestros egoismos, nuestras hipocresías. Que pudiéramos mirar sin miedo a los ojos de las demás personas y que ellas, también, pudieran hacer lo mismo con nosotros. Que ese miedo a los demás, a lo desconocido, se conviertiera en amor y entrega, ya que con este sentimiento, tan sencillo, que quizás duerme, en el fondo de nuestros corazones, podemos conseguir cambiar el mundo y hacer que todas las personas sean como niños.

Quisiera por fin, que el mensaje de aquel Niño, venga de nuevo, aunque sea una y mil veces a todos nosotros, para que seamos nuevamente niños, para que saquemos esa parcela que tenemos olvidada en nuestra alma y veamos que nada nos diferencia, que, en realidad, todos los hombres somos iguales y que el camino de la vida es el amor.
Sí, ya sé que mi carta llega tarde, que quizás ni sea abierta por los Reyes y, menos aún, leída por su destinatario, ese Niño que un día vino a nosotros, de una manera sencilla, a dejarnos ese mensaje tan especial, que decía: "Seamos como niños para alcanzar y comprender el amor"...

Pero escribo la carta en esta noche y, como niño que soy, espero que ese sentimiento del amor renazca y haga estremecerse, nuevamente, a mi alma.

Rafael Sánchez Ortega ©
05/01/08

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