miércoles, septiembre 10, 2008

CARTA A UNA ESTRELLA


Querida estrella…

En la madrugada de una noche cualquiera, cuando la noche acaba y el día clarea, te escribo estas líneas desde un rincón humilde de mi hogar. En él no hay lujos, ni tampoco muebles que destaquen ó sobresalgan. Sólo Una mesa donde tengo el PC, una silla de estudio, un pequeño sofá y una gran estantería llena de libros y discos de música de todo tipo.

Aunque también hay algo más aquí cerca, a mi lado, y ese algo es una pieza barata de cerámica que representa a un viejito humilde sentado en un banco, con su boina calada, un pie calzado en un viejo zapato que deja ver sus dedos en una puntera abierta y el otro pie cubierto parcialmente por un calcetín roto posado sobre los restos de algo que en su momento quizás pudo ser un zapato.

Tiene la mirada perdida y un brazo se apoya en el respaldo del asiento de ese banco artificial. En el mismo, y muy cerca, están dos palomas esperando quizás la mano de nieve que baje a un bolsillo y saque del mismo unas miguitas de pan. Pero el viejito está quieto, quizás dormido, tal vez soñando y perdido en ese mundo de las ilusiones y las fantasías, en esta talla barata que tengo a mi derecha.

Yo también sueño, y puede que en momentos así, como estos de ahora en la madrugada, sueñe y lance las campanas de la fantasía al aire tratando que las mismas volteen la música celestial que deseo venga a mis oídos y también, ¡por qué no!, quisiera que ese sonido angelical llegara en estos primeros minutos del día a todos mis amigos, para que les embriaguen de amor y de paz.

Por lo demás, querida amiga, yo también disfruto con tus mensajes diarios en la noche y me siento cada vez más identificado con tu amistad. Leo detenidamente tus poemas, esos que dejas en el brillo intermitente que me llega de tu estrella; y te digo sinceramente que los mismos pueden carecer de muchas cosas pero hay algo de lo que están llenos y rebosan en su contenido hasta llegar a mi alma y ese algo es la sensibilidad que destilan todos tus versos, con los miles de mensajes diarios que me envías en ese brillo rutilante que emana de ti.

¡No, no es frecuente hoy, en este mundo, encontrar estrellas así, con ese brillo y mensaje en el cielo!, por eso te lo digo y precisamente por eso doy gracias a Dios porque un día, la figura de tu estrella pasó a mi lado y tuve la fortuna de verte y charlar contigo en la noche.

Hablamos sobre el llanto y la alegría de la vida y ese llanto misterioso que parece emanar de las estrellas con su parpadeo constante y sus guiños; que elevando un poco la imaginación y la poesía parece que fueran los ojos llorosos de unos ángeles niños, que lloran desde el cielo.

Entonces querida estrella, en aquel momento, quizás viste que quien estaba a tu lado llorando y compartiendo la alegría de la vida, no era una de las muchas estrellas que te acompañan en el cielo, sino que quien lloraba y reía era una persona humana, que se dirigía a ti, en la noche que estaba acabando, cuando el amanecer ya mostraba sus pálidos rasgos invitando a que las sombras se retiraran.

Desde entonces he seguido charlando en ratos como estos con aquella estrella, y esa estrella maravillosa que brilla en lo alto me cuenta cosas, me manda poemas y mensajes en sus tenues rayos y también sé de una manera clara, como la de su luz, que esa estrella tan sencilla es mi amiga en la noche y su recuerdo viene conmigo, en el día, como un faro y referencia en la costa de la vida.

¿Qué más puedo pedirle a esta estrella amiga?... Creo que nada debo pedirla sino agradecer a Dios ese encuentro fortuito en la noche, donde ella, la estrella amiga, me enseñó la luz parpadeante de su alma, en la distancia del astro que se esconde, tras ese brillo y sus misterios.

¡Ojalá yo sea capaz de corresponder a su amistad con la mía! estando cerca en el silencio de la noche, en ese diálogo y contemplación a través de la mirada y los sentidos, compartiendo ese cielo oscuro jalonado de estrellas, para que si en un momento dado, tú estrella amiga, necesitases compartir tu soledad y mi amistad, aunque solo sea para charlar en un monólogo, bajo la luz de la luna, puedas hacerlo.

Poco más tengo que decirte estrella amiga que no sepas. Como siempre es un placer charlar contigo, hablarte así y percibir los destellos parpadeantes de tu faro. Sé que los mismos son como caminos que conducen a ese cielo, quizás como escalones que nos llevan a esa nube de los sueños, allí donde la vida se confunde y se recarga de misterios, pero donde a su vez, el alma, deja la frágil carga de recuerdos, para dormir a tu lado un dulce sueño, como este viejito de la pieza de cerámica que tengo a mi lado.

Querida estrella amiga, recibe en esta noche el abrazo de un amigo que desde la tierra te mira, te habla, te recuerda y te manda su cariño más sincero en el silencio.

Rafael Sánchez Ortega ©

Oct.2005

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