miércoles, septiembre 10, 2008


Como hacía habitualmente entró en la librería en esa hora del mediodía, de vuelta de comprar la prensa, antes de regresar a su casa. Se acercó al mostrador para cambiar un libro de Rosalía de Castro que equivocadamente había llevado el día anterior, olvidando que una edición del mismo ya se encontraba en su librería.

Buscó en la sección correspondiente encontrando una obra de poesía de Miguel Hernández y tras haber efectuado el cambio se dirigió, como hacía siempre, a mirar las últimas novelas llegadas y las diferentes secciones donde se acumulaban las novedades literarias y libros recientes, con otros ya descatalogados y que el librero guardaba celosamente en las estanterías.

Mirar aquellos títulos día tras día se había convertido en algo habitual, y a pesar de saberse casi de memoria la situación de los miles de libros con su contenido y temario, de vez en cuando se llevaba una sorpresa agradable al encontrar ediciones que le llamaban poderosamente la atención de autores y temas que buscaba por diferentes motivos.

En realidad no supo qué fue lo que le impulsó a agacharse y ponerse de cuclillas para poder mirar mejor los libros que se encontraban en la última balda de la sección dedicada por el librero a los temas de su tierra. Estaba repasando con su mano los diferentes títulos cubiertos por el polvo y pelusa que el tiempo había depositado en sus lomos cuando de pronto lo vio. Se dio cuenta de que el libro que tocaban sus dedos tenía el nombre de una autora en la solapa. Un nombre que conocía muy bien y que
no podía olvidar.

Un estremecimiento recorrió su cuerpo mientras lentamente extraía el libro de la balda para rescatarle del olvido. Conocía a su autora desde hacía unos meses habiéndole causado una agradable impresión. En realidad, en ese tiempo, hubo algo más entre ellos, ya que charlaron de mil cosas y quizás un denominador común le hizo sentir un aprecio especial por su persona. Ella había vivido en su pueblo; en realidad no había nacido en el mismo, pero sabía tanto de sus calles y gentes, de su pasado e historia,
de sus miserias y virtudes. En realidad parecía como si conociera a esa persona de toda la vida.

Aunque, quizás ella, al igual que él, no fuera capaz de ver las virtudes de ese pueblo al que visitó durante algunos veranos, por la sencilla razón de que las miserias, envidias, chismorreos y todas esas facetas de la vida de pueblo costero y familiar, estaban a la orden del día, primando sobre otras cosas más elementales, como la cultura, la educación y el saber estar a la altura de una Villa con la supuesta tradición histórica, que aparentemente debían tener sus gentes.

Y sin embargo qué paradojas tenía la vida. Ahora él tenía entre sus manos un libro de ella. Un libro rescatado de las sombras y el olvido en una vieja librería de su pueblo. Aquel pueblo sobre el que ambos, desde diferentes momentos de su vida, habían escrito muchas veces. Ese pueblo que había
dado inspiración, para bien o para mal, a cantidad de recuerdos surgidos en la mente de ella y que él había tenido oportunidad de leer en un cuaderno que le había dejado unas semanas atrás.

Y ahora tenía entre sus manos aquel libro verde. Un libro donde en su tapa se veía a una chica joven y con melena clara llevarse una mano a la cabeza para apoyar la misma entre sus dedos, mientras al fondo, las figuras y siluetas de unas personas se perfilaban, como "Posibles personajes para una sombra al revés"

Se incorporó con el libro en la mano y acudió al mostrador para pagar su importe. Luego salió de la librería y caminó para su casa mientras las nubes de oeste amenazaban viento y lluvia. Quizás fuera un sueño pero le pareció ver, entre aquellas nubes, el rostro de la sirenita que un día una niña dibujara para animar un texto escrito sobre una historia marinera.

Y ahora él, un humilde lector, tenía un libro más que leería apresuradamente, para tratar de llegar a descubrir un poquito más acerca de aquella autora, su amiga. Un libro que guardaría celosamente, como el librero había guardado hasta entonces, pero que a partir de ahora ocuparía un lugar de privilegio en su casa y librería, no volviendo a ser nunca más un libro olvidado pues había sido rescatado, de las sombras y el olvido, para volver a la vida.

Rafael Sánchez Ortega ©
Oct.2005

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