miércoles, septiembre 10, 2008

EL BAILE


A veces, en la vida, hay que dejar volar los sueños y esta noche es uno de esos momentos en los que ambos se dejaron transportar por ellos y subieron hasta una nube para descansar en su regazo, mientras soñaban con mil cosas hermosas, acompañados del sonido de la música que suena en el baile.

-¿Te apetece que bailemos?

-Sí, pero no me pises, ¿de acuerdo?

-No, descuida, no lo haré.

La música flota en el aire y les llega con un sonido envolvente y embriagador haciendo que sus cuerpos se fundan y se unan aún más, dando vueltas y girando sobre el suelo, mientras sienten el contacto
estremecedor de la persona amada, que les hace soñar sin descanso.

El mira sus ojos mientras la estrecha entre sus brazos a la vez que nota los latidos de su corazón apresurado por la presencia de la persona que tiene a su lado y con la que tantas veces ha soñado y que ahora se desliza suavemente en el baile.

Ella siente las manos que la toman en un abrazo protector y que la protegen del mundo y de la gente, donde puede apoyar su frente y descansar en un alto del camino, como si fuera en esa nube de los
sueños, que tantas veces ha añorado y que por las razones más diversas, nunca ha conseguido.

-¿Sabes?

-Dime.

-Quisiera que este momento no acabara nunca.

-Yo también desearía lo mismo.

-Me gustaría poder parar el tiempo, detener el reloj de la vida.

-¿Y qué harías entonces?

-Soñar a tu lado, ¿te gustaría?

-Sería algo muy bonito, como poder hacer realidad "un hermoso sueño"

La música del baile continúa sonando y las piezas, una a una se van desgranando y dejando en los corazones esas notas de añoranza y melancolía que nunca olvidarán. Son instantes eternos que están
labrándose a fuego lento en sus corazones y que el paso del tiempo no podrá borrar jamás.

El la mira nuevamente. Ve el brillo de sus ojos y a través de ese espejo ve su alma de niña, la ternura almacenada y todos los sueños contenidos y añorados. Ve la mujer que se esconde tras ese cuerpo y, ve también, su alma desnuda que se ofrece en esa mirada que le dice tantas cosas.

Ella siente su mirada en sus ojos y siente lo que sin palabras le están diciendo. Siente el amor que escapa de su alma, la pasión contenida de su cuerpo, el deseo de compartir todos sus sueños y esas ganas de volar hacia lo eterno.

Embriagados de la música del baile, y unidos finalmente por una sensación de sueño compartida, él la mira y sus labios la dicen las palabras que ella espera.

-Te amo.

Ella le mira, a su vez dulcemente, y al oír su voz le tapa la boca con los dedos de su mano y le dice en un susurro...

-Shhh... Yo también te amo.

La música sigue sonando y ahora las notas tristes de una canción rasgan el aire. Un escalofrío les recorre, haciéndoles recordar que todos lo sueños tienen un despertar, que la vida es un continuo pasar del día a la noche, de la primavera al otoño y del verano al invierno.

Ambos saben todo esto, igual que saben que los sueños son solo sueños, pero el recuerdo de este momento, la sensación vivida en este baile, el sentir el cuerpo amado entre los brazos, el latido apresurado del pecho amado, la mirada sincera y ese aletear del alma del otro que sienten cada uno flotar y llegar hasta sus corazones, eso es algo que nunca podrán olvidar, algo que permanecerá para siempre en sus recuerdos, a pesar del tiempo que pase, de las gentes y de ellos mismos.

-Es tarde ya, tenemos que irnos del baile.

-Sí, es cierto.

-Quisiera que estos momentos no tuvieran fin.

-Y no lo tendrán, siempre estarán en nuestros corazones.

Y la música sigue sonando mientras ellos se alejan tomados de la mano. El verano hace tiempo quedó atrás y ahora los últimos días del otoño se despiden para dar paso al padre invierno. Ambos se vuelven para despedirse.

-Adiós Sr. Otoño, cuídate mucho.

-Adiós Princesa, que tengas dulces sueños.

Y mientras el sonido de la música se apaga lentamente, ambos caminan cada uno para su casa con mil besos robados en la noche. Mil besos de recuerdos y esperanzas que nunca olvidarán ya que esos momentos vividos y soñados permanecerán siempre en el libro sagrado de su alma, como pequeñas hojas doradas, y cuando vuelvan algún día a verlas recordarán siempre aquel momento que fue único y donde a través del baile y los sueños llegó el amor a sus corazones.

Rafael Sánchez Ortega ©

Nov.2007

No hay comentarios: