Pudo haberse llamado Isabel, Julia, Adela, Marta, Ana, incluso Sofía, pero le pusieron el nombre de María y por ese nombre la llamaron todos y con ese nombre la conocí: María, sin otro nombre compuesto que se añadiera al mismo.
Pudo haber triunfado en sus estudios ya que poseía unas cualidades fuera de lo común para retener datos, hacer análisis y sacar deducciones correctas de los libros de texto, pero prefirió arrinconar los cuadernos y los lapiceros, cambiando los mismos por las faenas de su casa, enfrascándose en un mundo sutil y diferente que la llevaría a una vida llena de sueños e ilusiones.
Pudo conseguir una profesión en diferentes momentos. Profesión acorde a sus estudios y con mínimo esfuerzo por su parte, ya que multitud de puertas se abrieron para que ella las pasara y comenzara a dar sus primeros pasos en el mundo laboral, pero prefirió seguir en su casa, con sus padres, en el humilde comercio que llevaban, detrás del mostrador de la tienda.
Pudo pasear en sus ratos de ocio y lucir su belleza en los sitios más destacados de la sociedad en que vivía, porque la naturaleza y su manera de ser la habían dotado de ese don que pocas personas tienen y que muchas envidiaban y que ella llevaba consigo, como sin darse cuenta, pero no hizo alarde de esos dones que la naturaleza le había proporcionado y guardaba celosamente esa gracia de su figura, como esperando a que llegara la persona indicada, para entregarle todo lo que tenía, sin reservas.
Pudo conocer los rincones más lindos del planeta, ya que la posición económica de sus padres, con el modesto negocio de la tienda y las invitaciones de proveedores y clientes a viajar, para presumir de una compañía tan deliciosa así se lo ofrecían, pero una y otra vez declinó tales ofrecimientos ante la sorpresa de familiares y amigas que le decían una y otra vez, lo tonta que era al no aprovechar aquellas invitaciones.
Pudo amar a quien hubiera querido, ya que todos los chicos quedaban subyugados en su presencia y se disputaban el honor de conseguir un baile con ella el día de fiesta ó de invitarla a pasear en los ratos libres, incluso de ayudarla en las tareas manuales diversas que por razón de la tienda tenían lugar con la descarga y carga de géneros, pero ella declinaba sus invitaciones con una sonrisa cautivadora que hacía que aquellos chicos marcharan de su lado, no desdeñados, sino más prendados aún de su belleza.
Y aquella tarde de frío nordeste, pudo haberse quedado en casa, resguardada entre las cuatro paredes y mirando por los cristales la inmensidad del mar que se perdía en el horizonte, dejando vagar su pensamiento en ese mundo de sueños e ilusiones que se había formado, pero sin embargo, como hacía siempre que podía, bajó a la playa, comenzó a caminar con sus pies desnudos por la arena, mientras las olas de la resaca venían tibiamente a besarlos, aspiró nuevamente el yodo de las algas, miró las gaviotas volar, siguió el punto diminuto que en el horizonte trazaba el barco que pasaba y cuando volvió a la realidad, cuando sus pies pisaron de nuevo en la tierra me vio y me conoció.
Y María, aquella persona extraordinaria aunque carente de estudios, con una profesión familiar que hubiera podido ser mejor de proponérselo, con su belleza natural que tanto la distinguía y con esa sonrisa que siempre la acompañaba, la persona que pudo conocer medio mundo a través de los viajes, la que pudo amar a una larga lista de chicos que se disputaban sus favores, me miró, me conoció y se enamoró sin darse cuenta.
Hoy María vive el sueño más hermoso jamás soñado y descansa plácidamente mientras yo la contemplo en silencio, la acaricio tiernamente, le robo ese suspiro que escapa de su pecho y esas frases inteligibles que dice mientras velo sus sueños.
Hoy María es feliz y aunque pudo tener el mundo a sus pies, se conformó conmigo, un paseante anónimo, un oscuro escritor, un poeta que se cruzó con ella en la playa, aquella tarde de nordeste, y que mirando al fondo de sus ojos, en esa fracción de segundo la dijo tantas cosas "sin palabras".
Pudo haber triunfado en sus estudios ya que poseía unas cualidades fuera de lo común para retener datos, hacer análisis y sacar deducciones correctas de los libros de texto, pero prefirió arrinconar los cuadernos y los lapiceros, cambiando los mismos por las faenas de su casa, enfrascándose en un mundo sutil y diferente que la llevaría a una vida llena de sueños e ilusiones.
Pudo conseguir una profesión en diferentes momentos. Profesión acorde a sus estudios y con mínimo esfuerzo por su parte, ya que multitud de puertas se abrieron para que ella las pasara y comenzara a dar sus primeros pasos en el mundo laboral, pero prefirió seguir en su casa, con sus padres, en el humilde comercio que llevaban, detrás del mostrador de la tienda.
Pudo pasear en sus ratos de ocio y lucir su belleza en los sitios más destacados de la sociedad en que vivía, porque la naturaleza y su manera de ser la habían dotado de ese don que pocas personas tienen y que muchas envidiaban y que ella llevaba consigo, como sin darse cuenta, pero no hizo alarde de esos dones que la naturaleza le había proporcionado y guardaba celosamente esa gracia de su figura, como esperando a que llegara la persona indicada, para entregarle todo lo que tenía, sin reservas.
Pudo conocer los rincones más lindos del planeta, ya que la posición económica de sus padres, con el modesto negocio de la tienda y las invitaciones de proveedores y clientes a viajar, para presumir de una compañía tan deliciosa así se lo ofrecían, pero una y otra vez declinó tales ofrecimientos ante la sorpresa de familiares y amigas que le decían una y otra vez, lo tonta que era al no aprovechar aquellas invitaciones.
Pudo amar a quien hubiera querido, ya que todos los chicos quedaban subyugados en su presencia y se disputaban el honor de conseguir un baile con ella el día de fiesta ó de invitarla a pasear en los ratos libres, incluso de ayudarla en las tareas manuales diversas que por razón de la tienda tenían lugar con la descarga y carga de géneros, pero ella declinaba sus invitaciones con una sonrisa cautivadora que hacía que aquellos chicos marcharan de su lado, no desdeñados, sino más prendados aún de su belleza.
Y aquella tarde de frío nordeste, pudo haberse quedado en casa, resguardada entre las cuatro paredes y mirando por los cristales la inmensidad del mar que se perdía en el horizonte, dejando vagar su pensamiento en ese mundo de sueños e ilusiones que se había formado, pero sin embargo, como hacía siempre que podía, bajó a la playa, comenzó a caminar con sus pies desnudos por la arena, mientras las olas de la resaca venían tibiamente a besarlos, aspiró nuevamente el yodo de las algas, miró las gaviotas volar, siguió el punto diminuto que en el horizonte trazaba el barco que pasaba y cuando volvió a la realidad, cuando sus pies pisaron de nuevo en la tierra me vio y me conoció.
Y María, aquella persona extraordinaria aunque carente de estudios, con una profesión familiar que hubiera podido ser mejor de proponérselo, con su belleza natural que tanto la distinguía y con esa sonrisa que siempre la acompañaba, la persona que pudo conocer medio mundo a través de los viajes, la que pudo amar a una larga lista de chicos que se disputaban sus favores, me miró, me conoció y se enamoró sin darse cuenta.
Hoy María vive el sueño más hermoso jamás soñado y descansa plácidamente mientras yo la contemplo en silencio, la acaricio tiernamente, le robo ese suspiro que escapa de su pecho y esas frases inteligibles que dice mientras velo sus sueños.
Hoy María es feliz y aunque pudo tener el mundo a sus pies, se conformó conmigo, un paseante anónimo, un oscuro escritor, un poeta que se cruzó con ella en la playa, aquella tarde de nordeste, y que mirando al fondo de sus ojos, en esa fracción de segundo la dijo tantas cosas "sin palabras".
Rafael Sánchez Ortega ©
30/06/06
2 comentarios:
Muy bueno tu blog, me encanta como escribís:)
¡¡¡QUÉ HISTORIA DE AMOR MARAVILLOSA!!!
Me voy fascinada.
Publicar un comentario