viernes, septiembre 12, 2008

LAS DUDAS



La vio llegar y se acercó a su lado. Después de saludarse ambos se quedaron en silencio. El deseaba decirle muchas cosas, contarle aquellas anécdotas que le habían pasado. Decirle por ejemplo que hoy no lucía el sol, que la nieve asomaba en los montes cercanos, que el mar estaba picado y las olas rompían en la barra fuertemente barridas por el viento de sudoeste.

Sin embargo nada le dijo. Se quedó en silencio mientras la miraba. Las palabras que venían a su cabeza se estrellaban y morían en su boca sin salir hacia la persona amada.

Miró su rostro en silencio buscando una respuesta a lo que le pasaba. Más la respuesta no estaba en aquella linda cara que tenía delante. No, ella no tenía respuestas a su silencio, ni tampoco estaban las mismas en el lugar que les rodeaba.

Veía sus manos con aquellos dedos preciosos que tan bien recordaba. Habría querido tomar su mano, acariciar sus dedos y mirar el contenido de los ojos de la persona que a su lado se hallaba. Sin embargo nada de eso hizo. Bajó la cabeza y hundió la misma entre los hombros buscando con la vista un punto hipotético en el suelo, como si allí estuviera la respuesta a su pregunta.

De pronto notó que ella se levantaba del asiento y reanudaba su paseo. La vio alejarse mientras extendía una mano como intentando retenerla. Pero su mano no llegó hasta el cuerpo que se alejaba ni sus dedos pudieron tocar la tela del vestido de su cuerpo.

Entonces unas lágrimas brotaron en sus pupilas y cayeron por sus mejillas hasta morir en la comisura de su boca. Con la mano que antes había extendido para intentar retener a la persona amada, limpió las mismas notando la humeda salina en sus labios.

No, no era lógico. Nada de lo que estaba pasando tenía una lógica y razón, sin embargo lo que sí estaba seguro era de que unos segundos antes la persona que tanto había deseado tener cerca estuvo a su lado. Que sus oídos estuvieron a escasos centímetros de sus labios y de que él no pudo ó no supo sacar de su pecho todo aquello que deseaba decirle.

¿Tanto le costaba decir esa frase que se ahogaba en su corazón? ¿A qué tenía miedo acaso, a que ella le mirara con sus dulces ojos y le dijera que no, que estaba equivocado, que ella no era ni podía ser la receptora de su mensaje por la simple razón de que no le amaba?

Pensó que en la vida de cada persona hay que ser valiente y tomar decisiones en los momentos delicados de la misma. Pero él no lo había sido hace unos minutos. ¿Qué esperaba, que fuera ella la que se dirigiera a él, le tomara las manos y mirándole a los ojos le dijera "Te quiero"?

-No -se dijo-, no es eso. Nunca pretendería que ella tomara la iniciativa en un tema tan delicado, pero tuve miedo, mucho miedo.

-"¿Pero miedo a qué? -le preguntó una voz interior-."

-Miedo a que me rechazara, a que se riera de mi, a que me dijera que sólo pienso en cosas caducas y fuera de lugar, miedo a perder un sueño imposible.

-"¿Y te encuentras ahora mejor, después de no haberle dicho nada, de no haber intentado siquiera mirar sus ojos para preguntarle cómo se encontraba?"

-No, ¡claro que no! -se respondió a sí mismo-.

-"Pues entonces ve en su busca, marcha a su encuentro, dile cualquier cosa, como que olvidaste preguntarle algo. Llama su atención, le enseñas el escrito que con tanto celo preparaste para ella. Toma sus manos sin miedo, mira sus ojos y dile simplemente que la amas. Si haces todo esto verás que por lo menos ella te mira y solo te queda esperar pacientemente su respuesta"

-¿Y si me rechaza?

-"Entonces -le contestó la voz interior-, sabrás la verdad. Tendrás la certeza para seguir construyendo tus sueños sobre una realidad ó para dejarlos morir"

-Pero yo sé que me ama, siento que me quiere. Lo sé.

-"Ve tras ella y no pierdas tiempo. La vida es corta y cuando te quieres dar cuenta ha pasado el momento exacto y el tren de la vida cruzó la estación donde te encuentras. Hay muchas personas, como tú, que se encuentran en ese andén esperando el vagón que pasó, no hace tiempo, y que nunca volverá"

-Yo la amo.

-"Sí, yo lo sé y tú también, incluso ella puede que también lo sepa. Pero necesita que se lo digas una vez más. ¿Te crees que tú sólo vives en una nube de cristal? No, amigo, la duda es una condición humana y todas las personas dudan muchas veces al día. No tengas miedo. Ella no te va a comer, y si te ama, como tú sientes, te sonreirá y su risa te contagiará dulcemente"

Rafael Sánchez Ortega

14.03.06

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