Querido amor:
Me han dicho que marchas de viaje a lejanas tierras y mi alma se ha entristecido por ello. En realidad no sé a dónde vas, y si nunca te voy a volver a ver.
Tengo miedo, amor. Tengo miedo de perderte para siempre, y no volver a saber de ti. Tengo miedo de que la distancia nos aleje y tu recuerdo se evapore de mi alma.
He querido escribirte unas líneas y que éstas lleguen a tus manos, para que las guardes tan celosamente que las mismas no se te olviden de que existen. Y que un día quizás, cuando yo falte, abras tu cuaderno bajo la sombra de un árbol, en el parque, y este folio se deslice hasta el suelo.
Quizás entonces, al ver las líneas que ahora escribo, te estremezcas, y vuelvas a leer su contenido, y puedas ver el amor que por tí ahora siento.
Quisiera ser entonces el viento que abrace tu cuerpo y sienta ese temblor que te estremece, mientras en tus mejillas caen dos gotas, no de lluvia, sino dos perlas desprendidas de unos ojos, que parpadeantes brillan de un modo diferente.
¿Sabes, amor?... Recuerdo tu voz, y la misma resuena en mis oídos. Ese timbre grácil y primoroso, que animaba mis sentidos, como si fuera la nota escanciada de un arpa en la tarde que se apaga.
Pero te vas, amor, marchas ahora ya muy lejos, sin atreverme a decirte nada. Sin confesarte mis sentimientos, que guardo en secreto, ni el mensaje silencioso que encierran mis letras en estas cartas, y sin decirte siquiera que te amo.
...Por eso estoy aquí, en esta noche, tratando de llevar al papel mis sentimientos, pero luchando a la vez conmigo mismo, tratando que unos suspiros se ahoguen, ahora, con mi sueño.
Sé que este amor es sólo un sueño, un sueño lleno de hermosura donde pude contemplar tu alma, en la distancia, y a la vez soñar con ella. Donde pude atisbar por tu ventana y mirar por los resquicios de tu puerta.
Así contemplé el amor que llevas dentro. Un amor que va en la carga de tu nave bien repleta. Un amor que deseas entregar y a la vez recibir del ser amado, y al que buscas día y noche sin descanso, mientras caminas entretanto hasta un puerto desconocido en el verano de tu vida.
...Pero te vas, amor, y yo me quedo con el miedo. Me dejas con un corazón remendado y cosido en mil pedazos, con el temor a perder un dulce sueño, y con él la caricia y el abrazo de tus manos.
Adiós amor. Volveré mi rostro lentamente, para ocultar las lágrimas rebeldes, tratando de evitar el llanto que aflora a mis pupilas, por no haber sabido decirte a la cara que te amo.
Por eso estas letras, mal escritas, no saldrán a la luz ni llegarán hasta tus manos. Dejaré que se escurran y que vuelen con el aire, para no alterar tu vida y tu Destino.
...Y soñaré, quizás, que esta cuartilla es real, que va hacia ti y se esconde en tu cuaderno, para que un día, cuando sea, se deslice en ese parque hasta los suelos y notes su presencia. Y entonces, tal vez, te diga mi secreto, ese secreto que se ahoga ahora en mi pecho.
Adiós amor. Si alguna vez piensas en mí, si el rumor del mar te lleva mi recuerdo, quisiera que soñaras, como yo, que el amor que sentí fue más que un sueño.
Rafael Sánchez Ortega ©
Tengo miedo, amor. Tengo miedo de perderte para siempre, y no volver a saber de ti. Tengo miedo de que la distancia nos aleje y tu recuerdo se evapore de mi alma.
He querido escribirte unas líneas y que éstas lleguen a tus manos, para que las guardes tan celosamente que las mismas no se te olviden de que existen. Y que un día quizás, cuando yo falte, abras tu cuaderno bajo la sombra de un árbol, en el parque, y este folio se deslice hasta el suelo.
Quizás entonces, al ver las líneas que ahora escribo, te estremezcas, y vuelvas a leer su contenido, y puedas ver el amor que por tí ahora siento.
Quisiera ser entonces el viento que abrace tu cuerpo y sienta ese temblor que te estremece, mientras en tus mejillas caen dos gotas, no de lluvia, sino dos perlas desprendidas de unos ojos, que parpadeantes brillan de un modo diferente.
¿Sabes, amor?... Recuerdo tu voz, y la misma resuena en mis oídos. Ese timbre grácil y primoroso, que animaba mis sentidos, como si fuera la nota escanciada de un arpa en la tarde que se apaga.
Pero te vas, amor, marchas ahora ya muy lejos, sin atreverme a decirte nada. Sin confesarte mis sentimientos, que guardo en secreto, ni el mensaje silencioso que encierran mis letras en estas cartas, y sin decirte siquiera que te amo.
...Por eso estoy aquí, en esta noche, tratando de llevar al papel mis sentimientos, pero luchando a la vez conmigo mismo, tratando que unos suspiros se ahoguen, ahora, con mi sueño.
Sé que este amor es sólo un sueño, un sueño lleno de hermosura donde pude contemplar tu alma, en la distancia, y a la vez soñar con ella. Donde pude atisbar por tu ventana y mirar por los resquicios de tu puerta.
Así contemplé el amor que llevas dentro. Un amor que va en la carga de tu nave bien repleta. Un amor que deseas entregar y a la vez recibir del ser amado, y al que buscas día y noche sin descanso, mientras caminas entretanto hasta un puerto desconocido en el verano de tu vida.
...Pero te vas, amor, y yo me quedo con el miedo. Me dejas con un corazón remendado y cosido en mil pedazos, con el temor a perder un dulce sueño, y con él la caricia y el abrazo de tus manos.
Adiós amor. Volveré mi rostro lentamente, para ocultar las lágrimas rebeldes, tratando de evitar el llanto que aflora a mis pupilas, por no haber sabido decirte a la cara que te amo.
Por eso estas letras, mal escritas, no saldrán a la luz ni llegarán hasta tus manos. Dejaré que se escurran y que vuelen con el aire, para no alterar tu vida y tu Destino.
...Y soñaré, quizás, que esta cuartilla es real, que va hacia ti y se esconde en tu cuaderno, para que un día, cuando sea, se deslice en ese parque hasta los suelos y notes su presencia. Y entonces, tal vez, te diga mi secreto, ese secreto que se ahoga ahora en mi pecho.
Adiós amor. Si alguna vez piensas en mí, si el rumor del mar te lleva mi recuerdo, quisiera que soñaras, como yo, que el amor que sentí fue más que un sueño.
Rafael Sánchez Ortega ©
06.03.06
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