domingo, noviembre 28, 2010

EL SUEÑO DE PUBLICAR

Un día había soñado con ser alguien, con que su nombre saliera en los periódicos, con que sus letras se publicaran en un libro y ahora, por fin, estaba a punto de hacerse realidad aquel sueño.

Atrás quedaban momentos duros y difíciles, instantes en los que la duda le hizo replantearse si esa afición desmedida por la escritura era algo corriente en su persona ó si por el contrario se estaba pasando un poco y era producto de una adición y una patología peligrosa.

Recordaba lo que en su niñez dijo un médico rural a sus padres, acerca de otra de sus aficiones, la lectura:

-No es conveniente que este niño lea tanto, ya que puede tener problemas a la larga.

Tenía entonces cuatro años y desde aquella fecha habían corrido muchas hojas del calendario. Pasó aquella niñez, vivida intensamente, entre libros y fantasía, a pesar de la prohibición del médico. A ella siguió una juventud llena de sueños y ambiciones, con el deseo de conquistar el mundo, como todos a su alrededor, pero también con aquellos sentimientos primerizos en los que descubrió que algo diferente era lo que buscaba su alma y no precisamente para destacar de nadie, sino para ser él mismo y proseguir su camino.

Luego en su madurez también vivió intensamente, sintiendo la sangre latir por la fuerza de la vida, por los cientos de pequeños detalles que a su alrededor llamaban la atención de su mirada y que eran producto de la esencia que desprendían las personas y la naturaleza.

Ahora, en su otoño, con las sienes plateadas, recordaba todo aquello mientras estaba a punto de dar comienzo el acto en el que leería sus primeros versos. Sin embargo tendría que seguir el guión escrito, debería ser cortés y pronunciar esas frases que casi se sabía de memoria y tendría que dejar guardadas en el cajón de su alma, las palabras con que hubiera querido saludar al mar y a las montañas, a las aves y a los peces, a los ríos y a los lagos, a los bosques y a la playa, y a ese interminable carrusel de amigos que la naturaleza puso a su alcance, para que la vista se recrease y el espíritu lanzara mil suspiros.

¡Si, el viejo sueño estaba a punto de ser una realidad!, ¡ya era famoso!, y sin embargo hubiera querido gritar a los cielos, marchar con el viento y la brisa, correr tras las olas, sentir el abrazo invisible del duro nordeste, plasmar con su voz a la antorcha celeste que sale en la noche y dar esos besos y abrazos que tiene en el alma y están retenidos...

...Pero las luces ya se apagan y sólo queda aquella que ilumina el atril. A su lado un micrófono espera en silencio y hacia allí acude.

Con manos temblorosas separa las cuartillas, mira hacia el público sin ver nada, sólo la oscuridad del recinto y la luz cegadora de los focos que le pega en los ojos. Se humedece los labios y comienza el discurso:

-Buenas tardes amigos. Una vez un poeta escribó lo siguiente: "Al final de la vida se haya el silencio, se encuentran los premios, la paz y la calma..."

Rafael Sánchez Ortega ©
28/11/10

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