jueves, marzo 10, 2011

MÁS SOBRE EL JARDÍN DE LAS ROSAS...


Querida " "...

Ayer vine y escribí un relato en estas páginas, dejé en ellas el recuerdo de un tiempo ya lejano, aquel instante de una tarde transcurrida en que todo cambió, para nosotros, y en que hubo un antes y un después como decía.

No trato de volver sobre ese escrito, porque en el mismo está todo relatado. Si acaso vuelvo es para recordar aquella persona, la que llenó tantos minutos de mi vida, la que compartió mis sueños en una juventud incipiente y llena de proyectos, a la que acompañé tantas tardes hasta la barra para ver ponerse el sol y fundirse con las aguas, la que participó de mis silencios escuchando la resaca y la marea que llegaba hasta los muros, la que reía alborozada cuando la olas llegabas y rompías y sus gotas nos mojaban.

Ayer lo dije todo en esas letras, ya que hablé del "jardín de las rosas", de nuestros paseos hasta ese rincón que aún pervive, aunque marchito, pero sigue allí, con sus recuerdos, con aquellas rocas que fueron las testigos de nuestros besos, las que contemplaron nuestros abrazos y las que una tarde, incrédulas, quizás como nosotros, no entendieron que a partir de aquel momento no volviéramos de nuevo hasta su lado.

Y allí quedaron solitarias las rocas calizas de la ronda, los rosales silvestres que crecían por doquier, entre las hierbas y las matas; y quedaron con ellas nuestros sueños, las hermosas fantasías de las tardes y las noches, con las charlas inconclusas en que hablábamos de todo.

Se quedaron los suspiros renovados, los latidos presurosos que salían de los pechos, las colillas del cigarro que fumabas cada tarde...

Quizás por eso, al volver de nuevo a recordarlo, al volver al escenario que marcó nuestro destino, tuve miedo del pasado. Tuve miedo de mi mismo y de ese eco inconfundible que retorna a mi conciencia.

Yo te amaba y tú me amabas, ¿lo recuerdas?. Lo decíamos sin más, casi a diario. Lo decían nuestros labios pronunciando aquel "te quiero", lo decían las miradas tan nerviosas que buscaban tu mirada y mi mirada, lo decían nuestras manos que buscaban el calor de la otra mano. Lo decían nuestros besos sin palabras con un mudo escalofrío que llegaba hasta las almas.

Ya sé que no se debe volver sobre el pasado, y no lo hago. No intento retroceder sobre un tiempo y un momento transcurrido hace años. Yo sé, como tu sabes, que ese tiempo es una página pasada en el libro de la vida; aunque queden los recuerdos de mi parte, aunque quede esa duda razonable del por qué de aquel absurdo que marcó nuestro futuro.

Y por eso ha surgido ese relato, esas letras que salieron del recuerdo, que volvieron cual gaviotas a la costa, a dormir entre los brazos de la noche, en un otoño de la vida, sin rencores ni amarguras y si acaso con un toque de nostalgia.

Un abrazo, " "...

Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/11

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