viernes, febrero 11, 2011

MUNDO DE HIPÓCRITAS


Miraba al mar, calmado y reluciente, que se extendía hasta perderse en el horizonte. Miraba y contemplaba aquella inmensidad de agua, como dueño y señor de la misma. Se sabía a salvo de peligros, de temporales y galernas. Las olas pasaban a su lado mientras iban a dormir en la playa cercana.

En realidad había alcanzado ese punto de la vida donde todo le sonreía como persona. Su reputación la había conseguido a través de muchos años de trabajo, en su entrega y dedicación. Por otra parte en la sociedad donde vivía, su nombre era pronunciado con respeto y no había nadie que dudara de su honestidad. Podíamos decir que "su barca" navegaba por mares tranquilas.

Sin embargo algo había ocurrido. Algo había pasado para que ahora, él estuviera allí, en la barra, contemplando aquella panorámica y buscando en el horizonte esa señal invisible que se le escapaba y que incluso ni sabía cómo era.
En la tarde, alguien había escrito, que vivíamos en un "mundo de hipócritas" y aquella frase le había dolido al leerla.

Es cierto que la vida no es un camino de rosas, que muchas veces hay que hacer malabarismos para sobrevivir, que hay que sortear las tentaciones que nos llegan para seguir tu propio camino, y que unas veces lo consigues y otras no, pero de ahí a considerar a las personas unos hipócritas...

Aquella frase empezó a darle vueltas en la cabeza y no se la podía quitar de encima.
Minutos después de leerla se encontró con María, una compañera y amiga y tras el saludo pertinente la preguntó:

-¿Crees que el mundo es de los hipócritas?.

-¡Ay Javier, qué cosas tienes!, ¿acaso te consideras tú un hipócrita?.

-Bueno, yo no. No me considero un hipócrita.

-Entonces tranquilo, el mundo no es de los hipócritas. -Le respondió ella con una media sonrisa.

-¿Y entonces cómo se puede decir algo semejante?.

-¿Quién lo ha dicho?.

-Lo he leído esta tarde, en un mensaje que una amiga enviaba a otras personas.

-Ya, pero eso puede haber sido por muchas razones. Por ejemplo una broma, tratar de ensañarse con alguien, mostrarse despechada. No sé, hay mil cosas a las que se podría aplicar.

-Pero no tiene sentido y más viniendo de esta persona.

-¿Tanto te ha afectado lo que ella haya dejado escrito?.

-¡No, no!, no es eso. Mira no entro a juzgar el fondo ni el porqué ha dejado escrito eso. Es que al leerlo me hizo pensar en mi mismo, en todo este largo recorrido de mi vida y en cómo he llegado aquí, a estos años y en esta situación desahogada. Me preguntaba si para lograr esta estabilidad no habré sido un tanto hipócrita y egoísta.

-Es posible que sí, Javier, en el fondo todos somos un poco egoístas, pero de ahí a ser un hipócrita... Bueno, conmigo lo fuiste y te lo dije en su momento.

-No María, nunca fui hipócrita contigo y siempre te dije lo que sentía.

-Sé que me dijiste lo que sentías Javier, pero quizás lo que siempre te he reprochado fue lo "que no me dijiste", cuando dejaste de sentir aquello por mi persona, y eso es lo que hace que te vea como algo hipócrita y egoísta.

-Pero yo te quise María. Sabes que así fue. Si aquello fue amor ya no lo recuerdo. Nunca quise hacerte daño, quizás por eso me costaba tanto mirarte a los ojos y decirte que lo nuestro había terminado.

-Lo malo es que yo siempre te amé, y esa era la diferencia. Quizás tú no supiste verlo ó si lo viste quizás miraste para otro lado. Lo pasé mal y entonces quizás debiste decirme la verdad, no seguir aquel juego de palabras y promesas que a nada conducía.

-Sé que no me porté bien y te pedí perdón muchas veces por aquello. No merecías aquel trato y de verdad que no sabía como ayudarte para superar todo lo que estaba pasando.

-No mires atrás, ya es pasado. Ambos hemos cruzado una larga travesía. Ambos lo hemos superado, ¿verdad?.

-Si, María. Tienes razón.

-Bueno Javier, te dejo. Se me hace tarde. Ya nos volveremos a ver en otro rato para que me invites a un café, hoy no puedo.

-Será un placer María. Cuídate.

Ella acercó sus labios y depositó un beso en los suyos temblorosos. Luego la vio alejarse y sin darse cuente comenzó a caminar, hasta llegar allí, a ese muro de la barra, desde donde se divisaba el mar y el horizonte y donde, dentro de un rato, el sol descendería en el ocaso para perderse en el lecho de los océanos.

Allí estaba él, Javier, con su éxito a las espaldas, con el mundo a sus pies y con tantos años de gloria. Pero también quedaba allí la sombra y la duda, y quedaba en esa "tierra de hipócritas", en ese mundo que también conocía y donde había participado para llegar a la gloria.

Quizás era por el nordeste de la tarde, pero sintió un escalofrío. Algo no encajaba, algo en aquel rompecabezas se le escapaba. Hacía unos minutos María le había hablado de amor y le había repetido que ella le había amado y que él no supo verlo. ¿Por qué pasó aquello?...

¡Quién sabía!, de lo ocurrido entonces hacía ya muchos años. Entonces navegaba por la vida "viento en popa a toda vela", como decía la poesía, hoy ya en el ocaso de la tarde y de su vida, cuando lo tenía todo, sabía que navegaba en un "barquito de papel", y que ese barquito, aunque estaba soportando galernas y temporales, precisamente por ser de papel, estaba completamente húmedo y el lastre de su peso le conducía irremediablemente a las profundidades del abismo, a pesar de su fama, a pesar de su gloria y a pesar de sus dudas.

Entonces recordó algo importante, algo que ya casi había olvidado y era que la mano que escribió aquella frase, la de que vivimos en "un mundo de hipócritas" era la mano de la persona que había creído amar una vez y por la que dejó a María.

El silencio que le rodeaba tenía la respuesta a su propia hipocresía. Solamente las olas eran testigos de como se iba hundiendo "su barco de papel", mientras él pronunciaba un nombre y recordaba un beso que unos minutos antes, habían dejado en sus labios.

Rafael Sánchez Ortega ©
10/02/11

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